lunes, 6 de agosto de 2012

Domingo 5 de agosto
Cuanto más amas mas alto sueñas (S. Agustín)
El domingo propiamente dicho, litúrgicamente hablando, empieza el sábado. Cogimos dos motocarros y nos fuimos a la capilla Juan Pablo II, próxima al fin del asfalto. Una pequeña nave rectangular con paredes de ladrillos abiertos, de tal forma que permitía el paso del aire, era el lugar destinado a la comunidad de aquel barrio. La sencillez absoluta, sin adornos, se concentra en aquel lugar. Un póster del titular de la capilla, un crucifijo de madera, un altar del mismo material y unos bancos de madera. Melita da el segundo toque. Los jóvenes ensayan los cantos, muchos comunes con España. Mientras los niños en la puerta juegan con un balón que les iguala en tamaño, sin zapatos, sin asfalto, sin cuidado, sonríen mientras persiguen el esférico. Nuestra anfitriona se lamenta de la poca asistencia, como si esto añadiese un plus a la ausencia de aquellos vecinos que permanecen insensibles a nuestra presencia. Sin más no pretendemos más que celebrar con ellos, como ellos, la fe en Nuestro Señor.   Quizás muchos catecúmenos no fueron cansados del encuentro de niños que tuvieron en la mañana. Cerca de mil niños llenaron el colegio PAL en un encuentro entre capillas.
Un largo caminar en dirección a casa, tranquilo, sereno, agradecido, entre casas de madera y ladrillos, entre cañerías abiertas  motocarros estridentes, contemplando el horizonte lleno de colores  y esperanzas. Próximos a la Casa Manos unidas nos encontramos con un asador de pollos que alivió nuestra hambre y bolsillos. La ecónoma ha entrado plenamente en la dinámica de esta tierra, los soles son imperdonables.
Estábamos invitados por Alejandrina a un cumpleaños, ella nos esperaba en la puerta de casa. Nos dejamos acompañar, a dos cuadras no más, que nos parecieron como diez y al fin no entramos en una casa llena de adolescentes, pero felicitamos a nuestra amiga que nos esperaba como si le fuésemos a librar del tedio de toda su existencia.
La mañana del domingo la empezamos como acabamos el día anterior, con la oración de la Iglesia.
Hoy celebraremos la misa de nueve en la capilla de San Juan, que leva el Hno. Pablo, de La Salle. La estructura de construcción es la misma que la capilla que nos acogió el sábado, algunos detalles varíaban. El tamaño, la megafonía, la decoración… Un grupo de jóvenes iba ensayando los cantos, poco a poco iban llegando, tomaban sus uniforme con su nombre y se disponían y disponían a la asamblea que se iba conformando por minutos. El hermano Pablo, da el segundo y tercer toque. El coro y la afluencia nos dejó gratamente impresionados. Posteriormente los chicos desde los tres años en adelante fueron a las catequesis. Nos invitaron a pasar por cada clase, donde unos trescientos niños con sus materiales escolares nos recibieron con alegría. Cantamos algo, rezamos un poco con cada uno de ellos. Saludamos a sus catequistas, voluntarios todos, muchos del pedagógico, con  un solo beso, como se saluda por estas tierras. Los jóvenes nos invitaron a acompañarles al bosque. El bosque es un a especie de club, quizás un área recreativa, donde se van las familias a pasar un día de campo. Tomamos dos motocarros, dura prueba para los motores honda, y nos plantamos recorriendo un camino de baches y tierra mojada allí. Aquello era un trocito de paraíso, verde alrededor, verdes palmeras, loros de la flor del coco en el entorno, un pequeño embalse con taricayas … solo las mosquitas parecían sobrar. Manuel, catequista de este grupo, nos acogió formidablemente. Allí tuvimos ocasión de presentarnos, de compartir nuestra experiencia de fe y de vida…
A las doce y media nos esperaba el Hno. Juan, así le llaman aquí al Sr. Obispo, para comer. Nuestras dos intrépidas compañeras, María y Adela tomasen las motos de nuestros anfitriones y se lanzaron a la búsqueda de un motocarro que no parecían llegar nunca a pesar de lo acordado.
La comida siempre muy agradable, instructiva, iluminadora. De la mano de D. Juan nos vamos adentrando en la idiosincrasia de los habitantes de estos lugares, de sus dificultades y también de su esperanza. Nos alimentan más sus palabras, difícilmente perceptible en un local lleno de ruidos, que el pollo servido de todas las formas posibles que nos sirve de alimento diario.
La tarde la tenemos para nosotros. Nos fuimos a las afueras de la ciudad, a una especie de  parque acuático, llamado los delfines. Aquí hay piscinas naturales, con un agua color del río marañón y el tapiche, esto es entre chocolate y té. No llevamos traje de baño. Dimos una vuelta, hicimos unas fotos, los chicos jugaron un partido de futbol con los chavales de aquí tras aportar un sol, pero a diferencia de los autóctonos, ellos jugaron calzados, algún juego de naipes, las quejas de rigor de flor de punga porque había bichitos en la hierba y un paseo largo hasta casa.
Algún día contaremos los contrastes de estos lares, las perplejidades que nos causan…
A las siete había misa en la parroquia, tras las vísperas, fuimos a despedirnos del Sr. Obispo y nos encontramos una iglesia llena de gente, de música, con algún perro devoto también.
El lunes nos espera el colegio a uno el centro de salud a otros, el Señor a todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario